18 diciembre 2008

Cerrando una puerta

Releer este blog es una de las mejores maneras de ver el cambio tan fuerte que he sufrido desde los primeros descubrimientos de mi viaje de agosto de 2007 hasta hoy, diciembre 2008, en que cierro la puerta de mi casa para volver en menos de un mes, acompañada de Eric.
Últimamente, desde hace ya alguno tiempo me da miedo mirar para atrás. Desde la marcha de mis queridos voluntarios me he enfocado en trabajar muchísimo para no sufrir la dura nostalgia y soledad que mi corazón ya no aguanta más. Por eso me da miedo… porque en el fondo siento una tristeza enorme que me parece injusta por todo lo demás que tengo aquí, que es tan positivo.

¿Cómo puede seguir pesando más esa nostalgia que todo lo demás? Pues lo ha hecho. La soledad ha sido tremenda e internet, vital para sobrevivir a ella.
Pero ahora se acaba esta etapa. Cierro una puerta y quiero hacerlo con los ojos abiertos, saber, sentir, resumir que este casi año y medio que he vivido sola en África ha sido una gran prueba que doy hoy por superada.

Vivir sola es durísimo, esto no es novedad para nadie. Estar lejos también lo es. Pero agarrarte a un sueño y pelear contra viento y marea para que se cumpla… con obsesión, fuerza, determinación. Transmitirlo, compartirlo, y que acabe siendo el sueño de muchas otras personas… Esto pesa lo suficiente como para aguantar.
Nadie sabe que cuando llegué a Xai-Xai en septiembre de 2007 con dos maletas, un tubo donde guardaba mi mapa del mundo plastificado y vuestras fotos acompañada de mi inseparable y fiel Kena… era de noche. Tuve que sacar sola las maletas del coche de la Hermana Isabel, llevarlas subiendo la cuesta de arena hasta mi casa iluminando el camino con la luz del móvil. No había luz en aquella casa y con la misma iluminación del móvil, abrí las maletas y busqué las velas y el mechero que Fabiola me metió en el último minuto antes de cerrarlas en Madrid.
Las velas me ayudaron a hacer la cama con mis sábanas, a ponerle agua y comida a Kena, a cerrar bien la puerta y así sentarme en la cama y pensar “qué coño hago yo aquí” ¿sabéis que todavía lloro al recordar esta escena? No me quise dormir hasta encontrar la respuesta porque Khanimambo era más una incógnita que una certeza… y no sé cuánto tardé en encontrar la respuesta, pero la encontré y nunca (con excepción del día que me invadieron miles de gusanos y cucarachas en casa) he vuelto a hacerme esta pregunta.

No es por hacerme la valiente, o decidida, es que el por qué tanto esfuerzo lo tengo escrito en mi retina al ver y sentir (tan dentro de mi… que duele) la vida que le esperaba a cada niño que he podido meter en este proyecto, y así cambiar su vida. Al asistir al milagroso nacimiento de Rael, al encontrar a Albertina y Chico muertos de hambre en el Mato, al secar las lágrimas de Lina, al ver cómo han nacido en cada uno de ellos sus sonrisas, al sujetar la mano de Antonio, Ericilete, Chico, Rosa o Armando y escribir con ellos sus primeras palabras en portugués, al enseñarles el abecedario, a nadar entre olas y a volar en un columpio. Al hablarles a todos de respeto, de esfuerzo, de sueños…

Y el resultado de esta prueba lo tengo delante de mi al pararse todo… cuando mis niños vienen corriendo para darme un abrazo, colgarse de mi cuello, acercar sus caritas a mi oreja y decirme: Khanimambo Tía Alexia.



Sigo echando la vista atrás a aquellos primeros días (que ahora parecen tan lejanos) y recuerdo una llamada de mi madre que nunca podré olvidar, me dijo que esto era demasiado para vivirlo sola. Una madre intuye estas cosas… pero creo que no se esperaba mi respuesta (¿o si?) “es verdad, pero yo no lo estoy.” Y ese ha sido mi secreto, no he estado sola nunca. Si no ha sido el apoyo incondicional y permanente de mi familia y mis amigos más cercanos, ha sido el de mi equipo formado por More y Jorge, o mis dos sombras: Kena y Dascar y sino cada niño, cada familia en la que he entrado… pero sobretodo me he sentido acompañada al sentir la mano que me ha arropado desde Terrassa cada día. Cada día Eric.

Durante este tiempo, me han pasado tantas cosas que no puedo empezar a contar, porque no sé cuándo terminaría. Buena, malas, divertidas, auténticamente africanas, injustas o sorprendentes. Es lo que tiene vivir intensamente… y llamarte Alexia Vieira, que al parecer las aventuras van unidas a este nombre. Pero a pesar de no escribir esta lista aquí, mi memoria me juega una buena pasada y me hace cerrar la puerta de mi casa hoy con la convicción de que esas aventuras, todas ellas, me han hecho ser una persona afortunada y viva.
Ahora prepárate Eric, que te espera una buena!!! jejejejej