27 noviembre 2007

DEL INFIERNO A LAS NUBES MÁS DULCES


Creía que me moría… por primera vez en mi vida, he visto mi muerte de cerca. Una muerte lenta, dramáticamente lenta en la que la fiebre y el dolor de cabeza, y la flojera, y los vómitos me fueron apagando poco a poco. Los escalofríos, los sudores, los delirios… se apoderaron de mí, de mi energía y de mi voz. Creí que mi cuerpo había llegado a su límite, y sentí cómo poco a poco las fuerzas se me acababan.
No se acabaron, o mejor dicho, se cumplió el milagro que Hortensia pedía arrodillada al lado de mi cama mientras me ponía toallas mojadas de agua fría en la frente… jejejeje… así que de malaria no me voy a morir, tranquila mamá!

Bajé al infierno mientras durante 5 días mi constante de fiebre era de 39º como mínimo, pero empecé a ver la luz la mañana del viernes cuando decidí que debía volver. Y en cuestión de 20 minutos Tita no sólo me organizó la vuelta sino que me la compró. “Ya está Alexia, te vuelves mañana y llegas el domingo. Yo te recojo”. Esas palabras no se me van a olvidar nunca, nunca.

A partir de ahí la malaria se fue curando a paso gigantesco, con todo el impulso que faltó cuando poco a poco se apoderaba de mi una semana antes… Horas mágicas en las que la fiebre bajaba y la sonrisa volvía a aparecer. Abrí los ojos, y vi cómo tres monjitas me habían cuidado con todo el amor… abrí los ojos para ver cómo Kena no se había movido de mi lado pero lo mas bonito fue abrir los ojos para ver como toda la gente que ha entrado en mi corazón en Mozambique estaban preocupadísimos por mi. Mis vecinas, mis niños, todos… estaban ahí con cara de susto esperando verme caminar. Estaban ahí… están aquí.

La malaria se terminó de curar definitivamente el domingo con el último vómito en pleno avión de TAP… jejeje una recuperación final compartida con todos los viajeros del vuelo, especialmente con el guapo que se sentaba delante de mi… Pero todo, todo, todo cambió al aterrizar en casa.

Volver de una manera tan inesperada ha sido un regalo que me ha compensado, no sólo haber visto la muerte de cerca sino también, el sufrimiento de pasar por todo eso lejos. Han sido 2 semanas inolvidables en las que he estrujado las agujas del reloj a más no poder. He vivido cada segundo con toda la intensidad posible para volver hoy a Mozambique con el corazón 100% lleno de amor. Vuestro amor que me mantiene con fuerzas para seguir con esta aventura africana.
Sentada en la sala de embarque de Barajas, siento cómo las inevitables lágrimas que me recorren la cara, me dicen que no se puede ser más feliz.

He subido del infierno de la malaria, a la nube más bonita del mundo.