


CAMINANTE, SON TUS HUELLAS EL CAMINO, Y NADA MÁS.
CAMINANTE, NO HAY CAMINO. SE HACE EL CAMINO AL ANDAR.
AL ANDAR SE HACE EL CAMINO, Y AL VOLVER LA VISTA ATRÁS,
SE VE LA SENDA QUE NUNCA SE HA DE VOLVER HA PISAR
He recordado a Machado y a su teoría del camino, cada vez que he puesto en duda el por qué de tantos esfuerzos por estar aquí, entre mis hermanos africanos.
El camino que he hecho ha sido una pincelada, que me ha abierto más los ojos. Lameiras, Clara, Antonio, Casilda, Rafael Bri, Irmá Isabel, Los niños de Xai Xai, Heathe y Dodge, Francisca y Regina, Annet, el perro que durante tres días se llamo Juluis, Jonathan, Sai, Olga, Luis, Mito, Luisa, Joao, Colate, Agu, Iván, Sandra, Augusto, Fátima, María, Dani, Xenia, Eduardo, Amina, Susana, Rafael, Profeta, Jose, los manifestantes de Quelimane, los pasajeros anónimos de todas las Chapas…
Todos ellos han hecho posible que hoy pueda hablar de Mozambique. De las necesidades que tienen, después de haberlas visto (muchas); de lo que han luchado por salir adelante, después de haber escuchado testimonios reales, en su entorno, a su ritmo…; de lo que tienen, después de haber compartido lágrimas, comida y techo con muchos mozambiqueños que me han mimado como lo hubierais hecho cualquiera de vosotros. Por que a esto, es a lo que he venido. A vivirlo.
Ahora sé a qué huele esta parte de África, y me llevo muchos de sus sueños con la esperanza de para poder cumplirlos algún día. Al mismo tiempo que dejo aquí algunos de los míos, para rescatarlos cuando Mozambique se vuelva a cruzar en mi camino.
A partir de ahora y hasta que vuelva, tendré que luchar contra el olvido, para no dejar morir los sonidos que me han acompañado y me han hecho tan feliz… el de mis pies caminando con el peso del macuto por estas calles de arena, el de un niño reírse cuando le he sonreído, el que se oye al recoger agua de un pozo, el de las bicis que recorren cientos de kilómetros, el de los ronroneos de julius al acariciarle, el de una chapa que pincha una rueda, el de mis tripas cuando he tenido hambre, el de las ruedas de la silla de Agu…
Papá tenía razón al hablarme de etapas: Este mes empezó con un sueño, luego pasó a ser una realidad. Primero me acompañó el miedo a lo desconocido, luego la admiración a lo recién descubierto. Más tarde empecé a sentir agradecimiento por cada aproximación para por fin sentir cercanía, entendimiento y complicidad con la gente que me ha sonreído, mirado, preguntado, ofrecido comida, y abrazado. Ha sido un placer hacer realidad este sueño.
Cada noche en este tiempo, ha sido para mí, una lucha entre la nostalgia y el asombro hacia los descubrimientos. El macuto, el saco de dormir, la mosquiteras, la máquina de fotos y yo… ¡¡5400 km puff!!Ahora se que añoraré esto… a pesar del duro trayecto.
Dejo parte de mi corazón entre esta gente, al igual que algo de mi siempre se quedará entre mis niños hondureños. No todo es positivo al abrir tanto la mente y el corazón, el riesgo es que acabas por ser de todas partes. “Nuestra casa es el mundo, y nuestro hogar, la gente que nos quiere” (Papá, una de las muchas frases que ha clavado en los 4 o 5 emails diarios!)
Ahora sé que en todos estos días, en todos los kilómetros recorridos, he estado protegida no sólo por mi estrella sino por la preocupación, los ánimos, los besos y abrazos que todos me habéis mandado. Esa fuerza, que he recibido cada día desde Brasil, Méjico, Italia, Portugal, España y Londres es de la que me he alimentado, al mismo tiempo que me lleva de vuelta, a casa.
Gracias por estar a mi lado, sin vosotros, nada de este sueño sería real.
Esta noche me despedía del cielo africano, de su brisa, de su color, de sus estrellas… he visto una vez más brillar la mía, cercana, resplandeciendo casi más que ninguna, y he decidido dejarla aquí. Sé que va a hacer más falta por estas tierras. Yo os tengo a vosotros y con eso se que me sobra… se la regalo a Agu, a Amina, a Eduardo, a la mujer que camina con su hijo a cuestas en busca de agua, a los niños de Xai Xai, a los abuelos que todavía sostienen la mirada… a Julius.
Estoy contenta de volver, ansiosa por veros a todos, y poder seguir por un tiempo desde Madrid, este camino, que no es más que mi vida.
CAMINANTE, NO HAY CAMINO. SE HACE EL CAMINO AL ANDAR.
AL ANDAR SE HACE EL CAMINO, Y AL VOLVER LA VISTA ATRÁS,
SE VE LA SENDA QUE NUNCA SE HA DE VOLVER HA PISAR
He recordado a Machado y a su teoría del camino, cada vez que he puesto en duda el por qué de tantos esfuerzos por estar aquí, entre mis hermanos africanos.
El camino que he hecho ha sido una pincelada, que me ha abierto más los ojos. Lameiras, Clara, Antonio, Casilda, Rafael Bri, Irmá Isabel, Los niños de Xai Xai, Heathe y Dodge, Francisca y Regina, Annet, el perro que durante tres días se llamo Juluis, Jonathan, Sai, Olga, Luis, Mito, Luisa, Joao, Colate, Agu, Iván, Sandra, Augusto, Fátima, María, Dani, Xenia, Eduardo, Amina, Susana, Rafael, Profeta, Jose, los manifestantes de Quelimane, los pasajeros anónimos de todas las Chapas…
Todos ellos han hecho posible que hoy pueda hablar de Mozambique. De las necesidades que tienen, después de haberlas visto (muchas); de lo que han luchado por salir adelante, después de haber escuchado testimonios reales, en su entorno, a su ritmo…; de lo que tienen, después de haber compartido lágrimas, comida y techo con muchos mozambiqueños que me han mimado como lo hubierais hecho cualquiera de vosotros. Por que a esto, es a lo que he venido. A vivirlo.
Ahora sé a qué huele esta parte de África, y me llevo muchos de sus sueños con la esperanza de para poder cumplirlos algún día. Al mismo tiempo que dejo aquí algunos de los míos, para rescatarlos cuando Mozambique se vuelva a cruzar en mi camino.
A partir de ahora y hasta que vuelva, tendré que luchar contra el olvido, para no dejar morir los sonidos que me han acompañado y me han hecho tan feliz… el de mis pies caminando con el peso del macuto por estas calles de arena, el de un niño reírse cuando le he sonreído, el que se oye al recoger agua de un pozo, el de las bicis que recorren cientos de kilómetros, el de los ronroneos de julius al acariciarle, el de una chapa que pincha una rueda, el de mis tripas cuando he tenido hambre, el de las ruedas de la silla de Agu…
Papá tenía razón al hablarme de etapas: Este mes empezó con un sueño, luego pasó a ser una realidad. Primero me acompañó el miedo a lo desconocido, luego la admiración a lo recién descubierto. Más tarde empecé a sentir agradecimiento por cada aproximación para por fin sentir cercanía, entendimiento y complicidad con la gente que me ha sonreído, mirado, preguntado, ofrecido comida, y abrazado. Ha sido un placer hacer realidad este sueño.
Cada noche en este tiempo, ha sido para mí, una lucha entre la nostalgia y el asombro hacia los descubrimientos. El macuto, el saco de dormir, la mosquiteras, la máquina de fotos y yo… ¡¡5400 km puff!!Ahora se que añoraré esto… a pesar del duro trayecto.
Dejo parte de mi corazón entre esta gente, al igual que algo de mi siempre se quedará entre mis niños hondureños. No todo es positivo al abrir tanto la mente y el corazón, el riesgo es que acabas por ser de todas partes. “Nuestra casa es el mundo, y nuestro hogar, la gente que nos quiere” (Papá, una de las muchas frases que ha clavado en los 4 o 5 emails diarios!)
Ahora sé que en todos estos días, en todos los kilómetros recorridos, he estado protegida no sólo por mi estrella sino por la preocupación, los ánimos, los besos y abrazos que todos me habéis mandado. Esa fuerza, que he recibido cada día desde Brasil, Méjico, Italia, Portugal, España y Londres es de la que me he alimentado, al mismo tiempo que me lleva de vuelta, a casa.
Gracias por estar a mi lado, sin vosotros, nada de este sueño sería real.
Esta noche me despedía del cielo africano, de su brisa, de su color, de sus estrellas… he visto una vez más brillar la mía, cercana, resplandeciendo casi más que ninguna, y he decidido dejarla aquí. Sé que va a hacer más falta por estas tierras. Yo os tengo a vosotros y con eso se que me sobra… se la regalo a Agu, a Amina, a Eduardo, a la mujer que camina con su hijo a cuestas en busca de agua, a los niños de Xai Xai, a los abuelos que todavía sostienen la mirada… a Julius.
Estoy contenta de volver, ansiosa por veros a todos, y poder seguir por un tiempo desde Madrid, este camino, que no es más que mi vida.